jueves, 31 de julio de 2008

Porque no tenemos nada...

"Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo". Con estas convincentes palabras Carlos Dittborn defendió la opción de Chile ante la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) para la realización del mundial de fútbol del año 1962. El mundial fue todo un éxito y los países participantes alabaron la capacidad de organización y la infraestructura que el país anfitrión logró levantar.

Este evento, además, fue el responsable de la masificación de los aparatos receptores de televisión en Chile, casi cinco años después de la primera transmisión realizada el cinco de octubre de 1957 por la Universidad Católica de Valparaíso. Este hecho, sin embargo, llegaba con un atraso desconcertante. Estados Unidos, pionero en este ámbito, había comenzado sus transmisiones comerciales en 1941 y en Latinoamérica Nicaragua fue líder en la implementación partiendo en 1947 y seguido en 1949 por Cuba. Para el año en que Chile comenzó sus transmisiones, México, Brasil (1950); Argentina (1951); República Dominicana (1952); Venezuela (1953); Colombia, Puerto Rico (1954); Guatemala y Uruguay (1956) ya habían realizado sus primeras transmisiones.

Entonces, la brecha que separaba al país austral de los países desarrollados en cuanto a la tecnología televisiva era de alrededor de 3 lustros. La siguiente gran transición fue el ingreso de la televisión a color. Esto sucedió en Estados Unidos con la creación de la NTSC (National Television Standards Committee) en el año 1953. Pasarían largos veinticinco años para que los chilenos pudieran disfrutar de esta colorida tecnología.

Y hoy, a pesar de la globalización y el avance de las comunicaciones, la brecha no parece acortarse.

El último gran salto de la televisión ha sido el cambio desde una señal analógica a digital. Esta mejora ha permitido un mayor aprovechamiento de las bandas de radio a la par con una notable calidad en la imagen y el sonido. Además, están las optimizaciones como la capacidad de transmitir distintas frecuencias utilizando la misma banda que hoy abarca sólo un canal y la apoteósica transmisión de señal en alta definición (HD, por su sigla en inglés).

Estados Unidos comenzó a transmitir en alta definición en el año 1998 y ya lo hacía diez años más tarde que Japón. Auspiciosamente, Chile comenzó a hacer sus primeras investigaciones en este campo en el año 1999, pero desde entonces se ha pospuesto la decisión sobre una norma estándar en más de diez ocasiones. Eso es más que una vez cada año.

Muchas veces esta prórroga ha ido acompañada de la disculpa gubernamental "necesitamos hacer más pruebas, dada la magnitud de la decisión" y así es, porque la norma de Televisión Digital Terrestre puede redituar o costar millones de dólares a muchas partes interesadas. Lo cierto es que si las razones de aplazar la decisión son técnicas, nunca será un buen momento para decidir, pues el mundo de las tecnologías avanza mucho más rápido que la burocracia política.

El 17 de febrero de 2009, Estados Unidos realiza lo que se ha denominado "apagón analógico". Ese día todos los hogares que no cuenten con un receptor digital no podrán seguir recibiendo señal televisiva. Este proceso de transición ha durado diez años y en el último tiempo ha habido una fuerte campaña para promover la actualización. Por otro lado, para Chile ese día será uno más sin siquiera comenzar a implementar oficialmente la Televisión Digital Terrestre. Se estima que de adoptarse una norma digital antes de que acabe el año 2008, la implementación nacional de la televisión digital se lograría hacia el 2012 y el apagón analógico no ocurriría antes de 2025.

Si contamos desde las primeras transmisiones comerciales en Estados Unidos en 1941 hasta las primeras en Chile en 1957, tenemos 16 años de distancia. Si volvemos a contar, esta vez desde el apagón analógico en Estados Unidos en 2009 hasta el apagón analógico esperado en Chile en 2025, tenemos nuevamente desventajosos 16 años.

Tal parece que el país patagónico no logra acortar la brecha, pero claramente no es una cuestión de capacidad o infraestructura. Los canales nacionales en Chile han estado experimentando con las distintas normas desde hace varios años. Por ello es que más se demuestra una mella en la producción de espíritus innovadores y capaces, situados en los puestos de decisión, con el coraje de vociferar a todo pulmón las palabras "porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo".

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miércoles, 16 de julio de 2008

Una (y otra) encrucijada moral

Muy frecuentemente nos encontramos con encrucijadas morales para las cuales habrá argumentos válidos a favor o en contra. Les puedo contar de una situación que al final del día no presenta ningún problema para nadie, pero que sirve perfectamente para graficar mi punto.

Hace algunas semanas, me encontraba en un paradero de microbuses en Santiago. Había aglomeración (más que de costumbre) porque el Metro tenía problemas y todos sus habituales pasajeros debimos optar por el transporte de superficie. El paradero es el primero del recorrido por lo que se forman filas para los que quieren ir sentados, mientras que los que prefieren ir de pie suben cuando los asientos se acaban, sin filas ni mayores esperas. Generalmente optaría por este último grupo, pero no ese día.

Decidí que aprovecharía el viaje en microbús para leer y por lo tanto aguantaría los minutos de espera en la fila con tal de obtener un no tan cómodo asiento. Me dirigí al final de la cola y, cincuenta metros después, estaba esperando mi turno de subir tras una señora (casi) rubia y delante de un tipo que no paraba de mirar atrás suyo, esto lo sabía porque tampoco yo paraba de mirar detrás de él: una trigueña nos regalaba un escote generoso sin miramientos sobre los gélidos ocho grados que había.

Cuatro microbuses después y luego de cerca de quince minutos de espera, estaba tomando posición en un asiento de plástico frío. Me acomodé, saqué de mi bolso compañero el libro que me había propuesto leer y me apronté a retomar desde el último párrafo de la historia. El microbús comienza su viaje y de una manera síncrona, al finalizar mi primer párrafo releído, el bus hace su primera parada del trayecto. Cuando ya empezaba a leer lo nuevo, se pone de pie al lado de mi asiento una señora mayor, probablemente cerca de los setenta años, cargada con un par de bolsas y cuadernos. Por un momento, sin mirarla a la cara aún, sentí sus ojos clavados en mi ya cómodo cuerpo.

Desde chico mi madre me enseñó, y nunca por medio de la obligación, que los ancianos y embarazadas tienen preferencia en estos casos. Pero en ese instante, siendo muy honesto, pensé en la cantidad de personas sentadas, jóvenes y sin un libro en la mano, y en la decisión abominable de la señora anciana en seleccionar precisamente mi lugar.

Yo sabía lo que tenía que hacer, pero transcurrieron segundos eternos en que esperé que alguien más cediera el asiento y me recriminé por hacer la fila de quince minutos. Finalmente la anciana se dirigió al final del microbús y me bajó un sentimiento de culpa merecido que conspiró contra mis ganas de disfrutar el libro. No me pude concentrar más que en mi egoísta actitud.

Esta encrucijada moral puede no ser tal para muchas almas más bondadosas que ni siquiera hubieran pensado los segundos que dejé pasar y hubieran cedido el puesto inmediatamente. Tampoco para los muchos que andan por la vida sin preocuparse por los demás, aunque se trate del más desvalido de los mortales.

Una de estas encrucijadas, guardando toda proporción, se dio a conocer el 2 de julio de este año cuando se supo del exitoso operativo que liberó a quince rehenes de las FARC con un impresionante registro sin muertos ni heridos.

Hoy por hoy, se discute acaloradamente sobre la supuesta "táctica" del Ejército Nacional de Colombia de utilizar símbolos de la Cruz Roja Internacional en su helicóptero de rescate y en brazaletes de los rescatistas. Un razonamiento superficial nos llevaría a pensar que gracias a eso se logró un operativo impecable y que no es tan importante "engañar a los malos" con tal de lograr asestarles un golpe de las proporciones que conocemos. Para mí, al menos, esto está lejos de ser cierto.

Por supuesto que estoy feliz de que esas quince personas estén hoy con sus familias y a salvo, pero el costo humanitario pudo haber sido muy alto de confirmarse el uso de símbolos de la Cruz Roja. ¿Por qué? El Comité Internacional para la Cruz Roja es un organismo sin fines de lucro y de carácter humanitario a nivel mundial. Aporta siempre con su auxilio en cada catástrofe que el planeta conoce, sobre todo en el tercer mundo (odio este concepto). Es también conocida por su participación activa en las guerras y revueltas, donde el organismo tiene la misión de ser neutral e imparcial. Para la Cruz Roja no hay "buenos" y "malos", sólo seres humanos en condición de socorro.

Por lo anterior, utilizar símbolos de la Cruz Roja en un engaño flagrante resulta en el socavado del organismo y, peor aún, en una pérdida de confianza que pueda llevar a grupos como las FARC a no reconocer la autoridad de la Cruz Roja, perdiendo importante ayuda para las más de 700 personas que aún aprisiona el grupo paramilitar. Además de esto, Colombia se expone a sanciones internacionales con carácter de delito según lo acordado en la Convención de Ginebra, tratados firmados por el país caribeño en 1949.

Posiblemente otra encrucijada moral con defensores y detractores, pero a la larga yo supe que debí haber dado el asiento a alguien que ha vivido más que yo y tiene menos fuerzas y ojalá lo hubiera hecho. Esperemos no tener nunca que declarar "el Ejército colombiano debió quitar sus emblemas de la Cruz Roja, ojalá lo hubiera hecho".

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martes, 15 de julio de 2008

Inspirar, Expirar

Los extremos, normalmente, deberían confluir al equilibrio. Si hay fuentes de inspiración que podemos explotar en busca de nutrientes esenciales para acercarnos a la felicidad, éstas se encuentran en los niños. La evocación de esa época perdida, pero añorada en toda nuestra adultez, la vemos reflejada en la cara de cada infante que nos regala una edulcorada sonrisa. Pero también encontramos inspiración para dar siempre el siguiente paso con la frente en alto, para luchar cada segundo por nuestros ideales y para no abatirnos por los problemas, con sólo prestar atención a la gente mayor.

Tal es el caso de Olive Reily, una señora de nada más y nada menos que 108 años cumplidos y en rumbo a los 109 por cumplir en octubre de este año. Ella es conocida como la posteadora más anciana del mundo y hace poco tiempo publicó su entrada número setenta.

Ciertamente me recuerda a mi lela (así llamaba a mi abuela materna) que no se cansaba de “aplanar calles” y le gustaba visitarnos y tenernos de visita. Del mismo modo, pero en un tono virtual, Olive invita a todos a su vida mediante sus publicaciones en el blog "The Life of Riley", donde cuenta historias que construyen imágenes que no conocimos y que nos hacen entender la vida de antes. Por ejemplo, lavar la ropa implica en nuestros tiempos reunir las vestimentas, meterlas en la lavadora y sentarse a esperar. ¡Incluso sale seca! Olive cuenta en su blog que para ella implicaba desde reunir madera para hacer una fogata donde calentar agua en una olla de cobre hasta refregar incesantemente con escobilla y jabón contra una gran piedra. Hasta el uso de blanqueadores se podía tornar peligroso.

Olive comenzó a hacer sus entradas a sugerencia de Mike Rubbo, quien realizó un documental hace cuatro años basado en la vida de la mujer. Al principio Mike tuvo que explicar qué era un blog, pero luego de eso Olive abrazó con fuerza la idea de tener un diario de vida que pudiera compartir con el mundo. Comenzó un nuevo proyecto a la edad de 104 años y se ha dedicado con fervor y el entusiasmo de una joven desde entonces.

El apoyo multimedia también está presente en su blog con insertos desde YouTube donde conversa y canta canciones populares de principio del siglo veinte, además de otras tradiciones pre y post Gran Guerra.

Olive nació en 1899 y ha transitado tres siglos distintos, vivió la Primera y Segunda Guerra Mundial, presenció la caminata lunar y recibió el año 2000 con un espíritu difícil de identificar con una mujer de 100 años. En definitiva, Olive Reily ha disfrutado la vida y ha vivido en carne propia el vertiginoso desarrollo de nuestra sociedad.

Cómo no encontrar inspirador su testimonio tácito al mundo, con su capacidad, con su fuerza y amor a la vida. Con su visión integral del siglo pasado, la experiencia que, sin pretenderlo ella, bulle de sus relatos, con la alegría que le hacía comentar que cantaba “una canción feliz, como cada día”.

La querida y respetable Olive Reily falleció el día sábado 12 de julio, el mismo día en que nació este blog, pero para todos esto es sólo un dato más. Olive se ha inmortalizado con sus comentarios y entradas y nos ha dejado un mensaje ineludible: no hay edad para un nuevo comienzo.

Inspirador.



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sábado, 12 de julio de 2008

Escribe y vencerás (o cómo aprendí a leer)

Estuve pensando pausadamente y reiteradamente en por qué escribir las opiniones personales en un lugar tan público como éste. Me repetí a mi mismo que no obedece a un ánimo de figuración. Me aseguré que no tiene que ver con la moda actual ni con ese concepto manoseado hasta el cansancio, "globalización" le llaman. Sigo intentando convencerme, aún sin éxito, de que no es un acto de manifestación pasiva.

La verdad es que escribir siempre ha sido mi mejor forma de expresión, pero también es verdad que del dicho al hecho hay mucho trecho (que vendría siendo lo mismo que "el papel aguanta mucho"). Aquí puedo escribir lo que me parezca y ver que tan en sintonía estoy con el mundo alrededor. Esto último es importante, pero no es suficiente para explicar mi "necesidad" de escribir este blog.

Fue en un momento de búsqueda interior y ya de desprecio por este proyecto cuando Mohammed Maree vino al rescate en una noticia inspiradora que me puso de vuelta en la pista y renovó mis bríos. En este punto abandono un momento la contemplación incesante de mi ombligo y les cuento acerca de Mohammed (nada sobre su ombligo, en todo caso).

En abril de este año, James Karl Buck, un estudiante de 29 años egresado de la Universidad de California, Berkeley, estaba trabajando en su tesis que consistía en un proyecto de fotografía. Se encontraba en la ciudad textil de El-Mahalla El-Kubra cuando conoció a Maree, un estudiante egipcio de medicina veterinaria de 23 años que se interesó inmediatamente en el proyecto de Buck. De esta forma se ofreció a ayudarlo como intérprete y lo acompañó a una serie de protestas de opositores al gobierno que se manifestaban en contra de los bajos sueldos y el alza en los alimentos. En estos eventos Buck pretendía obtener buenas instantáneas.

Fue en una de estas protestas donde Buck y Maree cayeron detenidos y fueron llevados a una estación de policía. Buck hizo en ese momento algo que representa fielmente la socialización de la red de redes: utilizó su teléfono celular para enviar un mensaje a su blog en Twitter, un sitio que unifica los conceptos de weblog y mensajería instantánea.

Su mensaje era sólo una palabra: “Arrestado.” Esto movilizó a todos sus contactos y en pocas horas Buck era liberado gracias a los abogados contratados por su universidad. Maree, sin embargo, no contaba con este respaldo y permaneció detenido.

Buck, con un sentimiento de culpa incontenible, se dio a la tarea de mostrar al mundo la injusticia que representaba la privación de libertad de su traductor. Siguió publicando artículos en su blog, creó una petición de firmas en línea y logró llamar la atención de autoridades en Estados Unidos y Egipto. Finalmente, luego de tres meses de incertidumbre, desinformación por parte del gobierno egipcio, tortura en la forma de choques eléctricos y golpes, además de la preocupación de la comunidad internacional, Mohammed Maree fue liberado y retornó con su familia.

James Buck pudo respirar aliviado y lo primero que hizo cuando se enteró de la noticia fue publicar en su blog a las 9:09 p.m. del martes 8 de julio la libertad de su amigo en mayúsculas.

Lo que logró Buck en abril de este año fue motivarse a combatir la injustica, motivar a sus contactos a hacer propia esta lucha, motivar a las autoridades a desempeñar su papel, motivar, finalmente, a la comunidad internacional a ejercer presión.

Seguramente lo menos valioso de los logros de James Buck fue su efecto en mí, pero lo cierto es que después de mucho tiempo esta historia fue el catalizador para decidirme a escribir en este espacio. Entendí que la necesidad que sentía tenía que ver con una necesidad de especie: compartir. Entendí el valor que tiene la opinión cuando es expresada y aprendí que leer es un acto lejano de la pasividad.

La historia de Buck y Maree, entonces, también sirvió para motivar a mi decisión de dar el paso, de transformar la opinión en un argumento, de llevar mis ideas al debate y comprender puntos de vista que ni siquiera me he planteado. Si tuviera que declarar cómo se traduce todo esto en la práctica puedo decir, aliviado también, que se resume en el acto de haber llenado la hoja en blanco que por años tuve frente a mí.

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